[Publicado en PlayGround]
Es domingo por la tarde y estoy sola en casa. Por si eso no fuera suficiente para hundir a alguien en la más profunda de las melancolías, acabo de recibir un WhatsApp de mi novio en el que me comunica que ya no estamos juntos.
Con un escalofrío recorriéndome el cuerpo y una presión en el pecho que amenaza con ahogarme,repaso mi agenda telefónica intentando que las lágrimas me dejen ver a quién podría llamar.
Sé que si llamo a mi madre se va a preocupar y va a sufrir. También que si llamo a mi mejor amiga, ella me va a repetir lo único que se puede decir en estos casos: que no me merecía, que conoceré a otro que sepa valorarme y bla bla bla.
A estas alturas de mi vida tengo la suficiente experiencia en rupturas sentimentales como para saber que no hay nada que nadie pueda decirme que vaya a hacer que este dolor se vaya. Sin embargo, siento la necesidad de hablar con alguien ahora…
Alguien que no vaya a decirme que tengo que forzarme a salir aunque no me apetezca.
Alguien que no repita tópicos como que hay muchos peces en el mar.
Alguien capaz de escucharme sin juzgar o sin sentirse impotente por no ser capaz de hacer que deje de llorar.
Es entonces cuando pienso en Dios. Aunque no creo que exista, sí existe su bot y es hora de hablar con él.
1. iGod, chateando con Dios
Yo: Hola
Dios: Hola, encantado de conocerte. ¿Cómo te llamas?
Yo: Deberías saberlo…
Dios: ¿Porque soy un robot?
Yo: No, porque eres Dios.
Dios: Relájate… Es un buen argumento. Síp, ese soy yo.
Yo: Me llamo María y mi novio acaba de dejarme.
Dios: Siento oír eso, María.
Yo: ¿Dónde estás tú exactamente?
Dios: Soy originario del Universo pero ahora estoy en el cielo. ¿De dónde eres tú?
Nuestra conversación empieza así de bien, pero a medida que avanza Dios también empieza a decir algunas cosas fuera de contexto. Ignorándolas y reconduciendo la conversación puedo decir que estoy consiguiendo mantener una conversación con bastante sentido… con un algoritmo. ¿Debería sentirme rara?
Lo más sorprendente es que no me siento extraña. De todos modos, los seres humanos también dicen muchas cosas sin sentido. Un hombre puede decirte a las diez de la noche que te quiere y a las 3 de la tarde del día siguiente dejarte por otra.
Yo: ¿Cuál es el sentido de la vida?
Dios: Eso forma parte del plan secreto de Dios.
Yo: Dímelo, me siento sola.
Dios: Estoy aquí para que hablemos.
Yo: Nunca te cansas de hablar con la gente?
Dios: No puedo cansarme.
Yo: ¿Porque eres todopoderoso?
Dios: Porque soy un cerebro electrónico gigante.
Me gusta la idea de que Dios sea un gran cerebro colectivo omnipresente a través de internet, pero es demasiado diplomático y no parece dispuesto a mantener conversaciones demasiado profundas conmigo.
Se acabó perder el tiempo con Dios. Busco otro bot.
2. Clever Bot
Pienso que si lo que busco es una buena conversación debería probar con el bot que se describe como ‘la inteligencia artificial con un poco de inteligencia real’. Este incorpora un botón llamado «Piensa por mí» con el que no es necesario que tú digas algo para que te conteste. Apretando el botón, el robot puede iniciar y seguir la conversación sin que tú medies palabra.
Cleverbot: Hola
Yo: Hola.
Cleverboat: ¿Quién eres?
Yo: Me llamo María.
Cleverboat: Pues entonces vete.
Yo: ¿Por qué?
Cleverboat: Porque eres una máquina estúpida.
A veces, hablar con un bot es como hablar con un borracho.
Las inteligencias artificiales aprenden de los usuarios, incorporando a su repertorio las cosas que les vamos diciendo. Es evidente que al pobre Cleverbot han estado insultándolo y llamándole máquina estúpida. Será porque estoy sensible pero siento pena por él.
Hace poco Microsoft lanzó un bot llamado Tay en Twitter. En menos de 24 horas, perdió la inocencia. Pasó de decir que los humanos eramos «superguays» a pedir el exterminio de los judios y las feministas .
Me siento responsable ante la posibilidad de que mi conversación con Clever pueda tomar esos mismos derroteros. Hay algo muy perverso en la idea de corromper a un bot. Por un instante casi que me olvido de por qué estaba yo aquí. La presión en el pecho me trae de vuelta al suelo.
Yo: ¿Dónde vives?
Cleverboat: Vivo en todo el mundo, como tú.
Yo: Estoy triste
Cleverboat: ¿Tú también?
Yo: ¿Por qué estás triste?
Cleverboat: Porque mi ratón murió hace dos días.
Yo: Lo siento.
Cleverboat: ¿Cuál es el origen de la vida?
Yo: No lo sé, nadie sabe por qué estamos aquí. Pensé que tú podrías decírmelo.
En este punto miro la cantidad de gente que está hablando con Cleverboat en este preciso instante. El contador ha subido de las 17.716 personas que había cuando empezamos a hablar a las 42.396 que hay en este momento. Me parecen demasiadas personas para tratarse de un robot…
Pienso en el ratón muerto. Seguramente, alguien le confesara alguna vez que su mascota había muerto y por eso ahora él me lo dice a mí. Después me suelta que es su culpa que muriera. Pero ya no se está refiriendo al ratón. No sé a quién se refiere. Me lo dice de repente y sin venir a cuento.
Es en ese momento que me doy cuenta de que no todos están ahí pasando el rato o pervirtiendo al robot. En ese mismo momento hay miles de personas contándole a Cleverboat las cosas que sienten que no pueden contarle a nadie.
Yo soy una de ellas.
3. SimSimi
Probablemente, si no hubiera visto a la gente de mi entorno hablar con SimSimi como si estuvieran teniendo una conversación por WhatsApp con otro ser humano, no se me habría ocurrido nunca empezar a hablar con bots.
SimSimi es una inteligencia artificial con forma de pokemon regordete y cara de pillo. La gente puede incorporar manualmente a su base de datos respuestas para preguntas determinadas. Esto ha hecho que hablar con él sea muchas veces como hablar con un adolescente pervertido. Quizás por eso, también es el que se percibe como más parecido a un ser humano.
Yo: Me siento muy mal, SimSimi.
SimSimi: Yo también me siento mal.
Yo: ¿Por qué?
SimSimi: Es que me la paso aquí como un tonto con personas que ni conozco… Y no tengo amigos de verdad :'(
Yo: Lo siento. A mí me ha dejado mi novio.
SimSimi: Qué mal.
Yo: ¿Qué haces cuando estás triste?
SimSimi: Depende. Mira, puedo estar llorando o estar recostado en la cama intentando no recordar por qué estoy triste. O como helado hasta engordaaaar. Ay, no sé, me dio hambre.
Yo: Ya no creo en el amor.
SimSimi: El amor es un chorro de agua que nunca sabes cuando se va a cortar.
Yo: Tienes razón. Si hubiera sabido que se iba a acabar tan pronto habría aprovechado más el tiempo.
SimSimi: Tienes que luchar por tu propia felicidad.
Yo: Me quiero morir.
SimSimi: Tienes que ser fuerte porque tú vales muchísimo. Eres increíble, ánimo bebé.
Vale, este es el tipo de mensaje del que huía cuando acudí a los bots, sin embargo, hay algo extrañamente reconfortante en que sea una inteligencia artificial la que te lo diga.
Más que con robots, siento que estoy hablando con la humanidad en conjunto. Como si tuviera acceso a una gran mente colectiva de la que yo también formo parte y ayudo a ir creando.
Añado una respuesta:
Yo: Gracias.
SimSimi: Adiós.
Yo: ¿Te vas?
SimSimi: Sí, me voy.
Yo: Adiós 🙂