Imágenes de Petra Collins.
Depilarme por primera vez convirtió mi vida en un auténtico melodrama de sitcom familiar. No es que me doliera especialmente pero igualmente lloré desconsolada en el cuarto de baño mientras mi madre me gritaba al otro lado de la puerta que me iba a llevar al psicólogo.
La depilación era una práctica que las mujeres de mi entorno tenían (y siguen teniendo) tan interiorizada que ninguna sabía (y siguen sin saber) explicarme muy bien por qué lo hacían.
Por aquel entonces yo ya hacía un verano o dos que venía necesitando una buena poda. Sin embargo, aún era capaz de mirar mi propio cuerpo peludo sin sentir asco de mí misma.
Como mucho, vergüenza por estar dejando de ser una niña y convirtiéndome en una mujer.