Es oficial, tengo un romance de verano con Arthur Rimbaud. Mi novio es un zombie, es un muerto viviente… No me gusta reconocerlo pero hasta este año nunca había sabido apreciar la poesía más allá de algún poema aislado de Santa Teresa de Jesús en pleno éxtasis o de las desgarradoras coplas a la muerte del padre de Jorge Manrique leídas en el instituto. Ni siquiera la de mis escritores en el Olimpo como Sylvia Plath o Federico García Lorca, a los que siempre había admirado más en sus facetas de novelista y dramaturgo, respectivamente. Pero entonces conocí y entrevisté a Luna Miguel. Me enamoré de ‘La tumba del marinero’ y el mundo de los poetas se me abrió como una rosa en flor. Cómo no hacerlo con poemas como ‘Museo de cánceres’ de Luna o versos como: “Después de crecer mi hogar lo levantaré sobre las ruinas” de Elena Medel. Cómo no añorar ser poeta. Cómo no maldecirse por no poder ser vidente.
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