Me fui de procesiones buscando tener una experiencia mística y lo único que encontré fue gente. Y ahora ni siquiera sé por qué lo hice en primer lugar porque la verdad es que no se me ocurre nada menos espiritual que la semana santa. Dejando a un lado las creencias religiosas que no profeso, me gusta ver en los cristos de la humillación, en los besosde Judas y en las dolorosas una representación alegórica del sufrimiento humano. Sin embargo, ahora me queda claro que una procesión no significa nada más que una aglomeración de gente y si hay algo claro sobre la gente es que no nos soportamos.
Fui a la procesión del miércoles esperando acongojarme al ver a los penitentes cubiertos con túnicas rojo sangre arrastrando hasta cuatro cruces a la vez para materializar y redimirse de una carga que sienten que llevan en vida. Fui a la procesión del jueves esperando que se me pusieran los pelos de punta al ver a Pedro negando instintivamente a su mejor amigo tres veces para salvar la vida. Fui a la procesión del viernes esperando compartir el abandono y la soledad de la madre que pierde al hijo… Sin embargo, ahora me queda claro que, a pesar del dolor, la vida es solamente mundana.
Fui a las procesiones y mi hermana se comió un pastel de carne y le resbaló por la mano un chorrete asqueroso de manteca. La mujer de delante se peleó con la gitana que cobraba las sillas porque no quería pagarle los asientos que ocupaba con sus hijos. Decía con chulería que solo la iba a ver un rato, que llevaba niños pequeños y reivindicaba que era el ayuntamiento el que tenía que ponerlas gratis. También dijo que ella a los gitanos no los quería ni quemados. Un turista coreano hacia fotos malas con su tablet y otros veinte espectadores más con sus móviles mientras que los de detrás se molestaban porque les estaban tapando las vistas. Los niños pedían caramelos. El semáforo siguió pitando como si la calle no estuviera cortada y siguieran pasando coches. Los gitanos ocuparon el lugar de la mujer y sus hijos y contaron la recaudación de la noche. Una señora mayor empujando a duras penas en una silla de ruedas a una señora aún más mayor, pisó sin querer a una chica y esta no aceptó sus disculpas.
Aún así, fui a las procesiones buscando tener una experiencia mística y tuve esta revelación.