No suena la alarma del móvil y me despierto demasiado tarde de la siesta. Pero no me quiero enfadar con el móvil porque pienso que las personas son más decepcionantes que los aparatos electrónicos. Después me imagino que mi vida es una sitcom y que alguien me responde a eso con que soy la Paulo Coelho de la depresión. Hay risas enlatadas. Sé que no voy a llegar a tiempo al pase de Gravity en la filmoteca pero aún así lo intento. Estoy medio dormida y de bajada del litro de alcohol que me he bebido sola en la comida y no sé si estoy muerta o viva. Aunque me siento como lo primero. Óscar García Sierra me dice que él está de resaca. Las personas en el metro son obstáculos en mi camino. Siento ganas de empujar a un niño pero solo le toco el hombro. Llego ocho minutos tarde a la filmoteca y no me dejan pasar. Tampoco quiero. Le pregunto a Óscar si le puedo llamar pero me dice que está en un bar. Varios hombres me dicen cosas por el Raval. Recibo mensajes que dicen “felicidades!” o “felicidades María” o “muchas felicidades María!”, siempre sin la coma. Algunos son de gente que no sé ni quienes son. Yo contesto con el emoji que sonríe pero sin enseñar los dientes. Ando por el Gótico y compro churros con chocolate. Me siento en unas escaleras al lado de unos guiris. Escribo esto en el móvil y me vuelvo a casa.