El diario de adolescencia de Beatriz Navas, programadora audiovisual y crítica de cine, ha estado varias veces condenado a morir en la hoguera. Condenado a arder por su propia autora y a volver al altillo del armario por aquellos que no creen en el interés general de lo que una niña de 14 años tenga que decir. Sin embargo, ha conseguido sobrevivir a las décadas hasta desclasificarse y hacerse público en forma de libro. El resultado es Y ahora lo importante, publicado recientemente por Mercedes Cebrián para Caballo de Troya.
El título hace, precisamente, referencia a esa mezcla de historia e intrahistoria que de forma intuitiva Beatriz supo combinar a la perfección en un cuaderno escrito a mano entre 1992 y 1993. En pleno desencanto socialista, por un lado, y euforia de estar en el foco del mundo con las Olimpiadas, por otro, una adolescente Navas fue anotando junto al relato de su vida cotidiana las noticias más relevantes del día, siendo además testigo de algunos de esos acontecimientos que marcaron la década
Como ver un episodio de Cuéntame cómo pasó, leer Y ahora lo importante es un ejercicio de regresión. De enfrentarse al recuerdo de un pasado idealizado o denostado por todo lo que añade el paso del tiempo y contamina la memoria. Es reencontrarse con un presente que ya no está pero que, de repente, reaparece atrapado en ámbar entre las páginas de un diario. Tal cual fue. O casi, al menos. Aunque nos lo cuenta mejor la propia Beatriz Navas…
¿Qué fue lo que te convenció definitivamente de que tu diario de adolescencia tenía valor literario?
Al principio, jamás me planteé que se pudiera publicar algo así. Quería hacer una ficción a partir del diario pero viniendo del mundo del cine y teniendo especial interés en el cine documental y experimental encontré una coartada. Ahí todo es muy punki. Hay gente que, por ejemplo, hace películas con material encontrado y a otros nos gusta ver eso, sentirnos espías de las cualidades que ha adquirido ese material con el tiempo. Esa sensación de que hay un presente capturado que ya no está… Así que pensé que mi diario podía ser igual que ese cine y formar parte de una literatura documental. Me interesaba la idea de hablar de los 90 desde la distancia, pero sin hacerlo desde el presente porque sería caer en la memoria y es muy traicionera.
¿Por qué a una niña de 14 años, de repente, le da por copiar los titulares del día entre la narración de su día a día?
Es que nos habían preparado tanto para el 92 a través de los medios que recuerdo haber pasado años pensando en que llegaría. Además, mi padre vivía en Barcelona y pude ver cómo iba cambiando la ciudad. Había mucha excitación. Tenías esa sensación de ser de un país de segunda que, de repente, iba a ponerse en la primera página del mundo. Probablemente, asocié «importante» con el periódico aunque no lo leyera habitualmente… Sí, yo creo que tuvo que ver con esa sensación de momento histórico, de intentar recogerlo en el diario siendo algo que, por supuesto, no está presente en tu vida diaria con tus amigas. Busqué dotar mi propia vida de esa sensación de hito.
La Olimpiadas, la Expo, el crimen de Alcàsser, la apertura del Thyssen… En el diario quedan registrados muchos acontecimientos importantes de la historia reciente de España. Sin embargo, aunque empiezas a escribir entusiasmada, poco a poco vas dejando de sentirte en el centro de nada. ¿Cómo recuerdas ahora aquellos acontecimientos?
Recuerdo el derrumbe del socialismo, de esa especie de traición y de decepción. Yo a esa edad no estaba pensando en los socialistas ni estaba politizada pero es cierto que había casos de corrupción, estaba Alcàsser… Aunque yo recuerdo como algo incluso más bestial que en Madrid unos nazis mataran a una chica dominicana. También estaba la guerra de Yugoslavia, de la que veías unas imágenes muy impactantes… Llegas así a ese año de triunfalismo, con esa sensación de progreso y de que, a partir de entonces, ya todo va a ir bien y, encima, te coincide con la adolescencia. Esa época en la que pasas del optimismo de ser una niña a que te empiecen a pesar las cosas y te invadan sentimientos de frustración y tristeza. Es de una ingenuidad brutal pero, de repente, cuando se suponía que todo iba bien te encontrabas con que las noticias te decían que no era así. Fue una época de giro.
Cuando releíste el diario por primera vez después de tanto tiempo, ¿te sorprendiste con una imagen de ti misma que no era la que te habías hecho con el paso del tiempo o te reconociste tal y como te recordabas?
Me acabé reconociendo pero es cierto que, al principio, me recordaba diferente, no tan entusiasta y flipada. Tenía un recuerdo de ser más como lo que llegaría después, pasota y más deprimida.
Es que, como bien decías antes, la memoria no es nada fiable. Incluso tu diario escrito en el momento, por muy fiel a la realidad que quiera ser, no puede evitar tener mucho de novela.
A mí me sorprende que amigas que lo han leído digan acordarse de todo porque yo exageraba muchísimo. Como he cambiado los nombres, creo que algunas incluso pueden estar recordando cosas que ni vivieron. Al escribir un diario ya estás recontando algo. Es como cuando le cuentas una anécdota a alguien, creas una ficción para que el otro pueda visualizarla. La anécdota no es tan llamativa y, por eso, el pulso narrativo con el que está escrito el diario me gusta. Esa forma que tenía de contar las cosas que me habían pasado cuando, en realidad, no eran nada.
También sucede al escribir sobre tu vida que, a veces, cosas muy importantes las dejas fuera porque duelen y no quieres admitir que forman parte de tu presente. Tú cuentas que te pasó eso con el divorcio de tus padres. ¿Cómo era ser hijo de divorciados en España 10 años después de que la ley se aprobara?
En mi clase, por ejemplo, éramos solo dos con padres separados. Tampoco quiero hablar por todos los hijos de divorciados pero notabas que la gente de tu entorno te miraba como si tu familia fuera disfuncional. Aunque sacaras buenas notas te trataban como a una persona problemática. Sobre todo recuerdo la forma en la que decían «es divorciada» refiriéndose a ellas. Se las consideraba fracasadas. Mi madre era una mujer profesional, muy independiente, moderna pero que, sin embargo, llevaba el peso del estigma. Yo veía esa contradicción. Esa fuerza pero también, por otra parte, el sufrimiento de la ruptura, de tener que encargarse de mi hermano y de mí sin referentes ni amigas con las que compartirlo. Era un tiempo, además, en el que la mujer nunca se quejaba de lo que era llevar la casa. Recuerdo a mi madre agotada. Todo eso me afectaba mucho.
A lo largo de las páginas se mezclan comentarios que dejan entrever una mentalidad atrasada de la sociedad con reflexiones personales muy progresistas sobre temas como, por ejemplo, la homosexualidad. ¿Era un sentimiento generalizado o se correspondía a algo más particular de tu entorno?
La homosexualidad en el colegio era tabú, nadie salió del armario. Entre mi grupo de amigas tampoco hablábamos mucho de nuestra sexualidad. Mi colegio era un poco rancio y clasista así que creo que vendría más de mis padres, que no eran nada prejuiciosos. Luego en Barcelona iba a Sitges, donde había una comunidad gay grande que no se ocultaba, y veía la otra parte. Me parecía un acto de valentía. A esa edad ya vas viendo cómo la gente juzga tus propios comportamientos y te amoldas para no sufrir. Yo que era más cobarde y tenía miedos e inseguridades sentía mucho interés por los marginados y la gente que pasaba de todo.
Otra cosa que sorprende son las relaciones completamente sexistas que se daban entre chicos y chicas. En un momento llegas a quejarte porque crees que «todo se centra en enrollarse y gustarse, en lugar de hablar como si diera igual que seamos tíos o tías y hacer lo mismo que hacemos por separado pero juntos».
Creo que, a lo mejor, otras personas lo vivían con más naturalidad que yo que iba a un colegio en el que solo éramos chicas hasta octavo. Apenas estabas en contacto con ellos y había una especie de abismo. No me gustaba el papel indigno que nos tocaba en las dinámicas que se generaban. Eran dinámicas no de amigos sino, prácticamente, de rivales. Es tu rival pero, al mismo tiempo, es la persona que quieres. Es algo que se daba también porque los matrimonios de tus padres los concebías así. Nosotras lo percibíamos y nos daba rabia pero entrabamos a jugar. Era algo totalmente tóxico pero emocionante al mismo tiempo.
De hecho, revivir ese despertar sexual y la volatilidad pero, al mismo tiempo, intensidad de las emociones adolescentes es de lo más divertido del libro. Como cuando hablas del chico que, textualmente, crees que es el que te gusta en ese momento porque, textualmente otra vez, es «casi» relaciones publicas de Pachá. Muy poco era mucho.
Y, además, te gustaba muchísimo alguien sin haber siquiera hablado con él. Solo por haberlo visto a lo lejos en un grupo de gente… La verdad es que cuando tienes 20 años y recuerdas eso te resulta patético. Ahora lo veo entrañable.
En el epílogo dices que el diario tiene algo esencial sobre aquella época y vuestra generación, ¿qué crees que fue?
Diría que el salir a la calle a que te ocurran las cosas. Tampoco es que sea algo característico únicamente de los noventa pero creo que fuimos la última generación de adolescentes que nuestro mundo estaba en la calle. Luego, personalmente diría la aparición del compact disc porque la música era mi vida. La verdad es que la respuesta también depende mucho del entorno de cada uno.
Sigues pensando, como llegaste a escribir tú misma a esa edad, que te parece completamente absurdo que pueda tener interés lo que le ocurre a una chica de 15 años?
Soy consciente de que a muchísima gente no le va a interesar absolutamente nada pero esa es una de las razones por las que lo he publicado. El diario es también una pregunta que quiero compartir con la gente. ¿Tiene sentido la nada, la superficialidad, la banalidad? A lo mejor es más autentica. La autenticidad de la escena en el presente sin filtros. Quiero que me lo respondan los demás. Desde luego, creo que no son absurdas las palabras de una adolescente cuando me he lanzado a dar este paso. Me tendrían que convencer de lo contrario pero a quien se lo parezca yo lo acepto y no voy a intentar hacerle cambiar de opinión.
*Publicado en Oculta Lit el 19 de marzo de 2018.